La marca en el siglo XXI es la expresión de su propósito, una huella diferenciadora, una promesa que es cumplida cuando consumimos algún producto y engloba todas las sensaciones, experiencias y asociaciones que son percibidas por nuestros públicos.

En su gestión, la marca es la herramienta que crea vínculos emocionales entre la empresa – marca y sus audiencias, con el objetivo de generar conversación y sobre todo, experiencias, que permitan asociar rápidamente alguna necesidad con soluciones o expectativas con satisfacción, bienestar y/o placer, entre otros.

Por lo tanto, no todo el proceso de creación y actualización de una organización está relacionado con el interior de la misma y sus objetivos de negocios.

Para definir su territorio de marca es necesario ser conscientes de lo que sucede alrededor, analizar la cultura que impera en el entorno en el que se compite por la atención del público de interés y las particularidades de esas audiencias objetivas.

Estrategia, el término que no se puede ignorar.

La estrategia es la hoja de ruta para construir una marca valiosa, inspirada en la gestión del negocio y su propuesta de valor, bajo el cimiento de la identidad, competencias, habilidades y cultura. Es el reflejo de la experiencia que la empresa ofrece a sus clientes y el valor social que aporta a la comunidad.

Sin propósito, no hay rumbo.

Todo negocio requiere de un norte que defina su razón de existir y filosofía de trabajo, el tipo de valor que crea y el impacto que busca lograr; oriente sus decisiones estratégicas y cotidianas; brinde firmeza frente a las adaptaciones -organizativas u operativas- requeridas en el mercado y sustente los mensajes que lo rodean.

El propósito es la palanca de diferenciación, que te caracteriza por valores únicos y asociaciones que te hacen diferente en el actuar cotidiano. El por qué  estamos aquí y el como ayudamos y solucionamos juegan un papel fundamental para motivar, adaptarse y responder a las necesidades de todos los actores involucrados.

El consumidor es el foco no el producto que se ofrece.

No tiene sentido elaborar un plan sino se identifica y valida a quién se quiere llegar, cuáles son sus necesidades, problemas, intereses, preferencias y/o expectativas.

Definir tus objetivos de negocios y de comunicación, pasa por entender quién es tu audiencia, tus consumidores, cómo se comportan, en qué plataformas digitales los puedes encontrar, qué les interesa o puede importar de tu empresa, cuáles necesidades atiendes, qué escuchas y cuál es el feed back que recibes.

Diferenciarte te hace visible.

Implica crear una propuesta de valor diferenciadora centrada en el cliente, que responda y satisfaga sus particularidades y a la vez, represente los valores, atributos y aportes de la organización.

Una empresa tiene una ventaja competitiva cuando encuentra una mejor posición para preservar el liderazgo sobre las demás empresas del sector, durante cada negociación con clientes y proveedores y en cada punto de contacto con su público.

Un ejercicio de autoconocimiento y reconocimiento del contexto, validado con datos.

Los entornos digitales facilitan hoy realizar el diagnóstico y análisis de la presencia de la marca, su competencia y referentes del sector, así como del comportamiento de los clientes actuales y/o potenciales.

Pero no se puede contemplar un estudio de mercado sin evaluar previamente las fortalezas y debilidades propias, enmarcadas en posibles escenarios de oportunidades y amenazas. Sin ellas, no podemos situarnos en un contexto para competir, saber dónde estamos y hacia dónde queremos ir.

Entender la evolución de tu sector también ayuda a definir nuestro posicionamiento, descubrir fallas, aspectos comunes y diferencias e inclusive nuevas formas y espacios para deslumbrar.

Definir el territorio de marca es la clave antes de comunicar.

Identificar los rasgos de la personalidad de la marca (organizacionales, funcionales e intencionales) que se gestionarán para la creación y posicionamiento de la identidad visual y declaración verbal, también definirá la forma en la que nos relacionamos e interactuamos.

Una exitosa comunicación, cada día más digital, requiere de una sólida estrategia de negocios, con una hoja de ruta ¨escalable¨ que establezca y refleje en primer lugar una identidad cónsona, coherente y unificada de la personalidad de la marca, tanto a nivel de contenido como de identidad gráfica.

Es indispensable también identificar claramente los objetivos, estrategias y acciones tácticas a ejecutar, incluyendo la selección más apropiada de canales de comunicación, las formas de interacción y participación con las audiencias -usuarios y la calidad de relatos acoplados a los tiempos actuales.

Hasta las empresas más pequeñas necesitan pasar tiempo considerando cómo les gustaría ser percibidas por sus segmentos de mercado deseados.

La pregunta clave: ¿Qué estás buscando con cada acción de comunicación?

Sobre la identidad visual y la declaración de posicionamiento de la marca recae desde el primer momento de su creación y difusión la responsabilidad de determinar cómo será percibida la marca.

Sin embargo, la transformación digital ha creado nuevos espacios de diálogo y puntos de contacto con los posibles clientes. Se ha pasado de tener un control sobre ¨lo que se dice, a quién y en qué canal¨, a dar un paso adelante, para for­mar parte de la conversación que se genera en torno a la marca.

Se trata en realidad de la suma de tres factores claves: la experien­cia de clientes internos y externos, la coherencia entre lo que es, hace y dice la organización y finalmente lo que otros piensan y dicen.

Páginas web, aplicaciones móviles y redes sociales, entre otras, son algunos de los recursos tecnológicos que las marcas han comenzado a incluir dentro de sus activos más importantes para competir en el mercado.

Pensar y trabajar en cómo queremos que nos vean los demás, eso es posicionamiento.

En el mundo digital, hoy todo queda registrado y en la mayoría de los casos no tenemos el control de esta información.

No todas las empresas tienen que usar la misma cantidad de plataformas. Lo que sí es imprescindible al gestionarlas es apalancar los mensajes clave para generar acción y reacción.

Ser competitivo obliga a competir por aportar valor, entendido como la capacidad de satisfacer o rebasar las necesidades del cliente de manera eficaz.

Trabajemos en generar más valor, propósito y empatía.

El verdadero foco está en generar confianza y credibilidad para aumentar el valor percibido por cada cliente, atraer nuevas audiencias, y por ende, demanda sostenible y rentable.

Los consumidores quieren marcas que los inspiren. Si no tienes una historia que comunicar con una visión estratégica, no eres relevante y si no eres relevante, no existes.

Comenzar a transformar tu comunicación en relaciones – para formar parte de la historia- es el reto.